miércoles, 3 de junio de 2009

Hija Prodigio llamando al Planeta Paterno

De vez en cuando, hay que portarse como la buena hija que soy, e ir a comer a Villapollo con mis padres. Tengo dos, uno de cada, y eso, hoy en día, es un bien escaso. Cumplo con mi cometido de Hija Prodigio, y, de paso, les llevo lo que les traje de Londres.Las trufas de Montezuma’s son ya un clásico en mi casa. Mi madre las recibe con los ojillos brillantes y un “Uy, uy, que esto engorda mucho y me está saliendo una barriga…” Mi madre está estupenda, no os llevéis a engaño, pero debe de ser parte de la condición femenina.A Viejo Pachanga, que le gustan los trastos antiguos, le traje uno de esos artefactos que son a la vez brújula y reloj solar. Un acierto. La caja de madera, de lo más sencilla que uno se pueda imaginar, lo fascinó al instante: “¡qué bien hacen estas cosas los ingleses!” decía todo el rato mientras intentaba abrirla.Seamos justos, no es que yo tenga manos de virtuosa del piano, pero afortunadamente no heredé de él esas zarpas.Mi padre es enorme. De pequeña yo estaba segura de quera un gigante de esos que salían en los cuentos. Por suerte –pensaba yo- nos había tocado bueno y no se comía ni a los niños ni al gato con botas.El caso es que no es precisamente mañoso, y yo ya empezaba a temer que la historia de la brújula estuviese tocando fin mientras lo veía mover las diminutas piezas con esos dedos que a veces parecen un manojo de chorizos.“¡Mira! tiene un nivel ¡qué bueno!” y un segundo después “y tres patitas para ajustar la altura ¡ah! Muy bien, muy bien” rumiaba con satisfacción. Yo ya me lo puedo imaginar los próximos días, paseando de un sitio al otro con el juguete nuevo, volviendo loca a mi madre:“Oooooliiiii” Y ella desde el otro lado de la casa “¿Qué quieres?”Y él “Ven rápido” Y ella, que ya lo conoce “Estoy ocupada ¿Es urgente?” y él, insiste “Si, si, corre”Total, que mi santa madre deja lo que está haciendo y va a buscarlo a donde quiera que esté jugando con la brújula.- “Mira, mira. Es una maravilla. Pone que son las 6”Y mi madre resignada: “¿Y????” Y él, arrebatado de ilusión “¡Pues que son las 6!!! Una maravilla ¡Menudo invento”En esos momentos, es inútil pretender hacerle ver que ya existen GPS y relojes digitales, así que mi madre se va, y Viejo Pachanga se queda meditando sobre la ilimitada capacidad del ingenio humano.Como es de esas personas que no saben estar solas, la escena se repetirá cada 20 minutos durante dos semanas… o el tiempo que tarden esas zarpas de oso polar suyas en quebrar algún mecanismo.Entonces, a buen seguro, meterá la brújula en la cajita de madera y la esconderá en alguna parte para evitar que nos enteremos de que ha vuelto a estropear los juguetes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario