jueves, 30 de agosto de 2012

Perros callejeros

Una no puede descuidarse ni un segundo. A este paso voy a necesitar una doncella para que me ayude a arreglarme para ir a por el pan.
No era pan lo que fui a comprar este mediodía, sino una botellita de vino rico para Viejo Pachanga. Un recadito rápido, así que bajé tal cual... ¡Total era sólo ir y volver!
¡Ja!

Caminaba de vuelta al hogar, concentrada en la fundamental tarea de whatsappear a mis amigos, cuando unas deportivas retro se pararon frente a mi y me dijeron hola.
Miré las deportivas y luego los vaqueros y la camisa hasta que llegué a una cara que me miraba.
- ¡Hola!
La cara desconocida me sonreía, pero no decía nada.
Le di a "enviar" al whatsapp que estaba escribiendo y lo miré de nuevo. Nada
-¿Te pasa algo?
- Creo que nos conocemos.
Volví a mirarlo. El caso es que empezaba a sonarme... pero no sabía de qué.
Escaneo mental. No me viene nada... y eso que era muy mono.

- ¡Ah!, puede ser
- Yo diría que sí.
- Pues no sé ¿del trabajo?
- No. Del trabajo no.
- Pues del gimnasio seguro que no
- ¿A qué gimnasio vas?
- ¡¡No voy a ninguno!! Estoy en contra del deporte.
- Yo creo que es de la noche
- Eso es más probable.
(lamentable, ya lo sé, pero es lo que hay)
- ¿Ibas con una amiga muy borracha?
-Ups!

Inciso :

Si últimamente no estuviese más vaga que los ojos de Espinete, hasta los monos del Amazonas sabrían que hace como un mes Sargento Tous se pilló un melocotón descomunal. Juro por Dior que la conozco desde años y nunca la había visto en semejante estado.
Una va teniendo una edad y está bastante desentrenada de intentar convencer a las amigas gintónicas que no es buena idea dormir en la acera y mostrarle al universo la blonda de las medias autosujetables... y no digo más.
Por suerte, cuando el Sargento ya había perdido los galones, unos caballeros vinieron al rescate. Mejor para las dos, porque mi  único plan consistía en empaquetarla en un taxi y mandarla prácticamente sin conocimiento para su casa.  
Mientras los de la flamante armadura resolvían la situación, alguien esperaba cómodamente sentado sobre el capó de un coche cercano a ver cómo discurrían los acontecimientos. No hace falta explicar cómo conocí al Chico del Baño del Sónar.

- ¡¡¡Ahhh! Si. Eres el Chico del Baño del Sónar.
- Creo que si. Te fuiste esa noche.
- ¡Hombre! Paso algún tiempo en los bares, pero de momento no he dormido en ninguno.
- ¡Ya! -se ríe- Me refería a que no he vuelto a verte.
- Pues no
- Vives por aquí cerca ¿verdad?
- Pues si
(yo cuando me explayo...)
- Si te apetece quedar un día para tomar un café...
- Pues como no me mandes señales de humo...
- ¿Me das tu número?
- Bueno
(Soy una chica mogollón de difícil. Si, ya lo sé)
- Genial. Te llamo

El Chico del Baño del Sónar me enseña un mogollón de dientes blanquísimos y saca el móvil. Yo voy dictando los números y de pronto veo su fondo de pantalla.
Parece una foto del Chico del Baño del Sónar abrazando a una chica ¿será su hermana?

P.D:
Éste es el mensaje (sms, ¡encima! y con abreviaturas) que acabo de recibir, lo juro por Dior:
 hola.soy luis. me invitas a un "café" a tu casa? dime dirección y a las 5'30 paso x ahí. me vas a decir que no?

No. No voy a decirte que no. Es que no voy ni a contestar